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La falta de cultura fiscal en el país de los tricampeones mundiales

Por: Matías Olivero Vila (Presidente de Lógica Argentina)

Argentina va a solucionar sus problemas económicos crónicos el día que los argentinos exijamos a nuestros gobernantes al menos la mitad de lo que le exigimos a la selección nacional. Claro que deberíamos pensar si en realidad no le deberíamos exigir el doble.

En Argentina tenemos cultura en materia futbolística. Se dice que también la tenemos en psicología, en derechos humanos y en ciertas otras áreas. Pero no la tenemos en lo fiscal. ¿Por qué será? ¿Por qué es importante que un país y sus ciudadanos tengan cultura fiscal? Partamos del área donde sin dudas tenemos dominio, donde somos triples y últimos campeones mundiales. Y hagamos la comparación.

Analicemos el ranking Fifa de selecciones masculinas, desde 2000 a 2023. Se califica a los países del mejor (1) al peor (211). En tres años (12,5%), Argentina figuró número 1 del mundo. En 12 años (50%), en el podio (tres primeros). En todos los años, salvo en uno, entre los 10 primeros lugares. En un año excepcional, post Mundial 2018, fue 11°. En suma, en 24 rankings anuales, Argentina nunca bajó del puesto 11.

LAS SIETE DIFERENCIAS

Esta realidad no es fruto de un don natural de los jugadores. Es el resultado de que en Argentina el fútbol es un hecho cultural. A tal punto que está enraizado en el vocabulario. Para lo cotidiano, decimos “estar atajando penales”, “sacar la roja”, “meter goles”, “ser Messi en matemáticas”, etc.

Cuando uno nace, es probable que recibamos la camiseta argentina acompañada de la del equipo local familiar. Al ir creciendo, ser bueno o malo jugando al fútbol puede ser la diferencia entre tener más o menos amigos. Llegado el Mundial, el país se paraliza. Más de cinco millones salen a recibir a los campeones.

Veamos, entonces, el juego de las siete diferencias:

1) Cuando hay cultura futbolística, hay idolatría por las estrellas de la selección nacional. A nivel de equipos locales, se intenta retener y tener a gusto a las figuras y se sufren las ventas de estas al exterior. Cuando no hay cultura fiscal, los principales empresarios y contribuyentes no son admirados. Al contrario, son percutidos con impuestos al patrimonio a un nivel que no se aplica en ningún otro país, lo que provoca la emigración de muchos al exterior, ante la indiferencia de la sociedad y hasta la celebración de ciertos sectores. Menos residentes de alto patrimonio, menos recaudación de impuestos, menos servicios del Estado. Algo así como festejar un gol en contra. En países con cultura fiscal, sería escandaloso que los principales empresarios sean exiliados fiscales.

Rentas

Fachada de Rentas de calle Rivera Indarte, en Córdoba

2) Cuando hay cultura futbolística, se promueven las divisiones inferiores, dado que serán las estrellas del mañana. Si llegan a irse al exterior sin haber debutado o a poco de hacerlo, se lo ve como una muy mala noticia para el club y su hinchada, un costo para la dirigencia. Cuando no hay cultura fiscal, los jóvenes emigran por no ver un horizonte, no estar dispuestos a sufrir la confiscatoriedad fiscal y cambiaria sin que los gobernantes sancionen un régimen lógico ni que la sociedad en general reaccione.

3) Cuando se produce una vacante en la dirección de la selección nacional, se convoca a los técnicos de los equipos más exitosos o que al menos vienen siendo parte del staff nacional, y es impensable que se los busque entre aquellos que se fueron al descenso. Cuando no hay cultura fiscal, puede pasar que quienes gobernaron el país hasta llevarlo a los últimos puestos mundiales en impuestos y en inflación, se presenten para ser reelegidos o elegidos.

4) La cultura futbolística tiene dos caras, apoyo y exigencia, al máximo nivel. En lo primero, la Argentina ganó el premio Fifa a la mejor afición del último Mundial. En lo segundo, cuando se dan una serie de resultados negativos, la gente se impacienta y clama desde las tribunas por un cambio. El periodismo presiona y la dirigencia busca alternativas. El ecosistema acciona. Si no hay cultura fiscal, se puede tener por años los gastos más descontrolados, la inflación y los impuestos más altos, sin que políticos, jueces, empresarios, periodistas, profesionales, académicos y la ciudadanía en general reaccionen y tomen medidas a la altura de la profunda crisis.

5) Cuando se transmite un partido, la televisión muestra todo lo que sucede, siguiendo la acción del juego, alternando entre el arquero, los que defienden y los que atacan, según sea el caso. Cuando no hay cultura fiscal, en general el ecosistema se focaliza casi de manera exclusiva en el aspecto más visible de la crisis que es la inflación, pero poco en temas de gasto público y menos en los impositivos. Algo así como una transmisión en la que se enfocara muy principalmente al arquero y poco y nada al resto.

6) En el país de Messi, el fútbol se ve en cada plaza, en cada club, en cada publicidad, en diarios, revistas y redes. En un país sin cultura fiscal, los impuestos no se ven. El IVA se oculta por ley al consumidor final (único en Sudamérica) y otros cuatro impuestos sobre el ticket de consumo son escondidos detrás del vendedor para ser trasladados directamente al ciudadano, sin que lo sepa ni pueda ver.

7) Con cultura futbolística, casi nunca se baja del puesto 10 del ranking. Al salir campeón, los jugadores se cotizan y se genera riqueza para los clubes dueños de sus pases. Aquella vez que se cayó al puesto 11 (post Rusia), el ecosistema fue implacable. El director técnico perdió toda reputación local y 14 de los 23 jugadores no volvieron a ser convocados. Sin cultura fiscal, se deambula por el barrio de los países más gravosos y con más inflación, generando cada vez más pobreza, pero quienes dirigen el país no pierden tanta reputación y siguen influyendo en la cima política.

 

EXIGIRLES A LOS POLÍTICOS

En lo futbolístico, la pasión, el sentimiento, se transforma en involucramiento, del que resulta apoyo y exigencia. Demanda cambios hasta que aparezcan resultados. En el ámbito fiscal, la falta de conciencia conlleva a la falta de involucramiento y a no exigir a los candidatos impuestos y gastos lógicos, ni servicios acordes del Estado. El desmadre del gasto público en las últimas dos décadas tiene su razón de ser en nuestra falta de cultura fiscal, a todo nivel y sector. Es lógico. Y tanto lo es que si le preguntamos a Chat GPT sobre qué le pasa a un país cuando sus ciudadanos no tienen cultura fiscal, es decir cuando no saben los impuestos que pagan, nos contesta: “En primer lugar, puede haber una falta de transparencia y responsabilidad en el gobierno y en la gestión de los fondos públicos; si los ciudadanos no entienden cómo se utilizan sus impuestos, es más difícil que puedan hacer un seguimiento y exigir rendición de cuentas a sus representantes políticos”.

En conclusión, Argentina va a solucionar sus problemas económicos crónicos el día que los argentinos exijamos a nuestros gobernantes al menos la mitad de lo que le exigimos a la selección nacional. Claro que deberíamos pensar si en realidad no le deberíamos exigir el doble. Porque cuando volvimos aquel día de festejar, lo hicimos por una pasión colectiva pero que no deja de ser un mero pasatiempo, no el lugar por donde pasa nuestra vida personal, familiar y profesional.

Aquel día cerramos la puerta y, bandera en mano, nos encontramos con nuestra realidad. Ese dos ambientes alquilado que en un país vecino o en una Argentina normal debería ser propio, hipoteca razonable mediante. O si es propio, que debería medir el doble, para que los hijos no estén tan apretados. O nos encontramos con la foto de esa hija que se fue a trabajar al exterior no porque quiso sino porque no tuvo opción. Más la de esos nietos que crecen por zoom a miles de kilómetros. O, si somos de los radicados en el exterior, sea de alto, medio o bajo patrimonio, nos sinceramos aceptando que estamos allí no por un deseo íntimo sino porque entendimos que el país nos eyectaba y sufriendo habernos alejado de los nuestros.

La Argentina cambiará el día que entendamos que, más allá de nuestro signo político e ideología, ser el país más gravoso del mundo es una desgracia colectiva y personal. Sí: a nuestros gobernantes deberíamos exigirles el doble que a la selección nacional. Pero con la mitad será suficiente.

Publicado en LaVoz (23/07/2023)